Está alboreando. Las mujeres van al sepulcro. Tienen en las manos óleos aromáticos y mirra para embalsamar el cuerpo de Jesús. Sus vestidos tienen colores crepusculares: las sombras de la noche están cediendo a la aurora. En el lado opuesto, un Ángel con vestiduras doradas; en él se trasluce la luz del día sin ocaso que Cristo ha inaugurado. El mensajero celestial está sentado sobre la piedra que cerraba el sepulcro y que ha sido retirada.